西语童话:AnaIsabel

文章作者 100test 发表时间 2007:03:14 21:05:54
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Ana Isabel era un verdadero querubín, joven y alegre: un auténtico primor, con sus dientes blanquísimos, sus ojos tan claros, el pie ligero en la danza, y el genio más ligero aún. ¿.Qué salió de ello? Un chiquillo horrible. No, lo que es guapo no lo era. Se lo dieron a la mujer del peón caminero. Ana Isabel entró en el palacio del conde, ocupó una hermosa habitación, se adornó con vestidos de seda y terciopelo... No podía darle una corriente de aire, ni nadie se hubiera atrevido a dirigirle una palabra dura, pues hubiera podido afectarse, y eso tendría malas consecuencias. Criaba al hijo del conde, que era delicado como un príncipe y hermoso como un ángel. ¡.Cómo lo quería! En cuanto al suyo, el propio, crecía en casa del peón caminero. trabajaba allí más la boca que el puchero, y era raro que hubiera alguien en casa. El niñ.o lloraba, pero lo que nadie oye, a nadie apena. y así seguía llorando hasta dormirse. y mientras se duerme no se siente hambre ni sed. para eso se inventó el sueñ.o. Con los añ.os - con el tiempo, la mala hierba crece - creció el hijo de Ana Isabel. La gente decía, sin embargo, que se había quedado corto de talla. Pero se había incorporado a la familia que lo había adoptado por dinero. Ana Isabel fue siempre para él una extrañ.a. Era una señ.ora ciudadana, fina y atildada, lo pasaba bien y nunca salía sin su sombrero. Jamás se le ocurrió ir a visitar al peón caminero, vivía demasiado lejos de la ciudad, y además no tenía nada que hacer allí. El chico era de ellos y consumía lo suyo. algo tenía que hacer para pagar su manutención, por eso guardaba la vaca bermeja de Mads Jensen. Sabía ya cuidar del ganado y entretenerse.

El mastín de la hacienda estaba sentado al sol, orgulloso de su perrera y ladrando a todos los que pasaban. cuando llueve se mete en la casita, donde se tumba, seco y caliente. El hijo de Ana Isabel estaba sentado al sol en la zanja, tallando una estaca. en primavera había tres freseras floridas que seguramente darían fruto. Era un pensamiento agradable. mas no hubo fresas. Allí estaba él, expuesto al viento y a la intemperie, calado hasta los huesos. para secarse las ropas que llevaba puestas no tenía más fuego que el viento cortante. Si trataba de refugiarse en el cortijo, lo echaban a golpes y empujones. era demasiado feo y asqueroso, decían las sirvientas y los mozos. Estaba acostumbrado a aquel trato. Nunca lo había querido nadie.

¿.Qué fue del hijo de Ana Isabel? ¿.Qué podría ser del muchacho? su destino era éste: jamás sentiría el cariñ.o de nadie.

Arrojado de la tierra firme, fue a remar en una mísera lancha, mientras el barquero bebía. Sucio y feo, helado y voraz, se habría dicho que nunca estaba harto. y, en efecto, así era.

El añ.o estaba ya muy avanzado, el tiempo era duro y tempestuoso, y el viento penetraba cortante a través de las gruesas ropas. Y aún era peor en el mar, surcado por una pobre barca de vela con sólo dos hombres a bordo, o, mejor, uno y medi el patrón y su ayudante. Durante todo el día había reinado una luz crepuscular, que en el momento de nuestra narración se hacía aún más oscura. el frío era intensísimo. El patrón sorbió un trago de aguardiente para calentarse por dentro. La botella era vieja, y también la copa, cuyo roto pie había sido sustituido por un tarugo de madera, tallado y pintado de azul. gracias a él se sostenía. «.Un trago reconforta, pero dos reconfortan más todavía»., pensó el patrón. El muchacho seguía sentado al remo, que sostenía con su mano dura y embreada. Realmente era feo, con el cabello hirsuto y el cuerpo achaparrado y encorvado. Según la gente, era el chico del peón caminero mas de acuerdo con el registro de la parroquia, era el hijo de Ana Isabel.

El viento cortaba a su manera, y la lancha lo hacía a la suya. La vela, que había cogido el viento, se hinchó, y la embarcación se lanzó a una carrera velocísima. todo en derredor era áspero y húmedo, pero las cosas podían ponerse aún peores.

¡.Alto! ¿.Qué ha pasado? ¿.Un choque? ¿.Un salto? ¿.Qué hace la barca? ¡.Vira de bordo! ¿.Ha sido una tromba, una oleada? El remero lanzó un grit

-¡.Dios nos ampare!


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